Angela fue una chica divertida
Este é o título de um
surpreendente perfil da chanceler alemã Angela Merkel, ontem publicado no El
País, onde se descobre que ela foi barwoman numa discoteca e até «okupa» num
bloco de apartamentos de Berlim... Revelações a propósito da publicação de um novo
livro, A Madrinha, escrito por uma sua ex-colaboradora.
"Todas las mañanas, Angela Merkel prepara el desayuno de su
marido, calibra el comportamiento del euro en la apertura de los mercados y
pasa a deglutir balances económicos y rivales políticos con la misma
premiosidad con la que escancia café sobre la taza de su taciturno consorte,
Joachim Sauer, un talento en química cuántica. La amorosa rutina de primera
hora, confesada a corresponsales diplomáticos hace un año, durante vuelo
oficial de Nigeria a Berlín, convive con su peligroso autoritarismo y un
refinado gusto por el estofado de conspirador, preferiblemente de su partido,
la Unión Demócrata Cristiana (CDU), según el libro La madrina,publicado a
finales de agosto por Gertrud Höler, adscrita a la vieja guardia oficialista.
La canciller alemana, de 58 años, disfruta cocinando sopa de patata y ganso con
ciruelas pasas; se extasía con la ópera El holandés errante, de Richard Wagner,
y, aunque cueste trabajo imaginarla de mandil, fue camarera, y okupa en un
edificio de apartamentos de la Alemania comunista. Fue una chica divertida
dentro de un orden.
(...)
El corresponsal diplomático de la revista Spiegel, Dirk Kurbjuweit,
escribió hace un año que la estereotipada imagen de la Merkel burócrata,
gélida, distante, de pantalón y chaqueta abotonada, es solo la cara de la
moneda: la que quiere trasmitir al mundo. “He viajado con ella muchos años, he
participado en todas las conversaciones off the record y la he observado”. ¿Qué
descubrió Kurbjuweit en el anverso? No mucho. Merkel no es un cascabel, aunque
a corta distancia, en grupos pequeños, puede mostrarse vehemente, dicharachera,
emocionada por la alegría y la tristeza. Los elementos dominantes de su
personalidad, al derecho y al revés, siguen siendo la distancia, el análisis y
el sentido de la observación, desarrollado en la Alemania de partido único y
policía política, donde convenía abrir bien los ojos y cerrar la boca.
El corresponsal la vio llorar una vez, pero no de pena, sino de risa.
El ataque sobrevino al evocar un chusco episodio: los lituanos sospechaban que
Bielorrusia estaba construyendo una central nuclear cerca de sus fronteras, por
lo que el primer ministro de Lituania decidió comprobar sobre el terreno la
veracidad de las sospechas. Disfrazados de turistas, el gobernante y su familia
se acercaron pedaleando a la frontera con Bielorrusia, simulando observar la
naturaleza. La policía receló del dominguero pelotón y detuvo al primer
ministro. Al llegar a este punto del relato, Merkel comenzó a reírse a
mandíbula batiente, a lágrima viva. No podía hablar. Le parecía increíble,
surrealista, desternillante, la maniobra del mandatario báltico. La señora no
es de carcajada frecuente, ni se altera en público, como comprobó el camarero
que en febrero derramó una cerveza sobre su espalda. “¡Mierda!”, exclamó el
chaval. Merkel se dio la vuelta y le sonrió."
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